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¿Estamos favoreciendo la capacidad de espera en nuestros hijos? Parte 1

  • domingo, 8 de noviembre de 2015

El Control de Espera es uno de los 3 mecanismos de control inhibitorio, junto al Control de Impulsos y el Control de Interferencias. Es de importancia fundamental que esta capacidad se desarrolle de la mejor manera. Y esto se logra con adecuados mecanismos educativos.

Las personas contamos con una constitución, con una estructura neural genéticamente determinada para poder aguardar situaciones, poder esperar nuestro turno, dilatar la llegada de la recompensa, ver más allá de lo inmediato.

Intentando investigar este mecanismo, el Dr. Walter Mischel, psicólogo de la célebre Universidad de Stanford, diseñó en la década del 60’ un sencillo experimento que se denominó popularmente «The Marshmallow Test«. Este experimento consistía en probar la capacidad de espera, de diferir la gratificación en niños de 4 años. El experimento consistía en colocar al niño o niña frente a un marshmallow (malvavisco, según decimos los que hablamos en español). Se le indicaba que podía tomarlo cuando quisiera, pero que si esperaba a que el experimentador fuera a hacer unas tareas fuera de la habitación y regresara al rato (se trataba de 15 minutos) recibiría, además, una segunda golosina extra.

Como se podrán imaginar un amplio porcentaje de estos pequeños (cerca de los 2 tercios) apenas podían resistir unos minutos la espera de los interminables 15 minutos. Pero algunos lo lograban (el tercio restante) y de esta forma obtuvieron el doble de la recompensa. ¿Se entiende hacia dónde vamos?

Lo más interesante está por venir. Años después, en particular cuando estos preescolares ya dejaron de serlo y habían alcanzado la adolescencia, el Dr. Mischel volvió a evaluar a estos muchachos. Valoró tanto su desempeño académico como aspectos generales de su salud y comportamiento. ¿Ya pueden adivinar quiénes tenían la mejor performance? Sí, aquellos y aquellas que pudieron tolerar la espera de 15 minutos a los 4 años, en su adolescencia también habían demostrado cómo la capacidad de dilatar en el tiempo las gratificaciones, daba sus resultados positivos. Por otra parte, en el grupo de los que no habían tolerado la espera, en su adolescencia presentaban, además de peores desempeños académicos, otros problemas como ser mayor Índice de Masa Corporal, tendencia al consumo de drogas y problemas de conducta.

En al año 2011, investigadores de varias universidades de EEUU evaluaron a 60 participantes del experimento de Mischel. Cuarenta años después, estas personas presentaban en la actualidad un comportamiento fuertemente compatible con el que demostraron a la edad de 4 años. Esta nueva investigación, como Vds. ya suponen, no utilizó golosinas, sino un diseño experimental para evaluar los mecanismos de control inhibitorio en adultos. No solamente se encontró una alta correlación entre el comportamiento a los 4 años y el comportamiento después de los 40’, sino que además se observó que las áreas de mayor actividad del cerebro eran diferentes en los que no lograban contener el impulso que en los que sí lo lograban.