Como les comenté en anteriores oportunidades el TDAH persiste a lo largo de toda la vida de quien tiene esta condición. Sin embargo, la presentación del TDAH del adulto difiere a la del niño en algunos aspectos, por ejemplo, en la disminución de la hiperquinesia (aumento excesivo de movimiento sin una finalidad)
En el adulto persisten las dificultades para concentrarse (ya sea en el trabajo, en el estudio o en una charla de amigos o viendo una película)
El manejo del tiempo es también una dificultad, presentando problemas para calcular adecuadamente el tiempo necesario para realizar determinadas tareas.
Puedo agregar dificultades en:
1. Planificación.
2. Manejo de la frustración y contención de las “explosiones” emocionales.
3. Establecer claramente las prioridades u orden de importancia de diferentes tareas.
4. Manejo de los cambios de humor; tendencia a ofuscarse, ofenderse.
5. Manejo de la ansiedad.
Ahora, ¿cuál es el dato fundamental para considerar si el adulto con estas características puede tener o no TDAH?:
La edad de inicio.
El TDAH no aparece en la adultez; comienza en la infancia, antes de los 12 años.
Si el adulto que presenta sintomatología de TDAH la comenzó a manifestar tardíamente, desde su adolescencia, por ejemplo, quizás no se trate de un TDAH.
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo, que se manifiesta tempranamente por un patrón persistente de inatención, hiperquinesia e impulsividad, que debe afectar significativamente, al menos, 2 ámbitos importantes del desempeño habitual del niño (por ejemplo, colegio y familia)
Por estas razones resulta relevante recabar información de la familia del adulto que consulta por TDAH, pues podemos encontrar allí la clave para empezar a confirmar o descartar el diagnóstico.
Si piensas que puedes tener o no TDAH, no dudes en consultar. La calidad de vida de la persona adulta con TDAH puede mejorar de manera sorprendente cuando recibe el diagnóstico y tratamiento adecuados.
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